La Cerveza

Anoche sucedió algo que me ha impulsado a escribir sobre una de los mejores inventos de la humanidad: la cerveza, esa bebida alcohólica para cuya fabricación es imprescindible un hongo...


Todos hemos probado alguna vez la cerveza: las cañitas, las jarras, los tercios, los cuartos, los botijos, los minis y un largo etc. que incluye casi infinitos tipos y tipologías pero ¿alguien se ha parado a pensar qué es realmente la cerveza y cómo se elabora? Para poder describirlo de forma somera les ahorraré el trabajo de escribirlo en la ventana de Google y reproduzco aquí las primeras líneas que pueden leerse en wikipedia.






La cerveza es una bebida alcohólica producida al fermentar sin destilar azúcar en un medio acuoso. El azúcar para la solución que se somete a fermentación se obtiene generalmente de cereales malteados. Concretamente, la cerveza común en Occidente se obtiene de cebada malteada y del lúpulo que es usado como aromatizante, agregando también su sabor amargo.

La cerveza se obtiene de la cebada, al recogerla se muele en molinos, después se introduce agua a un barril y se mete la cebada, después de unas horas, empieza a subir la temperatura y se introduce la levadura de la cerveza: Saccharomyces Acerevisiae (hongo microscópico). Con el aumento de la temperatura se produce el crecimiento de la levadura y ésta con su metabolismo fermentativo produce alcohol a partir de los azúcares de la cebada malteada y al final, después de todo el proceso, lo único que sale del barril es la cerveza lista para beberse.


Es una bebida, sin duda, fascinante que la humanidad viene degustando con sumo placer desde hace siglos. Y se me ocurren algunas razones; concretamente, tres podrían ser las de las siguiente gráfico...








Ahora bien, a veces conviene pensar en los efectos secundarios que puede llegar a producir. Y no me refiero, por supuesto, a esos dolores de cabeza característicos del domingo por la mañana tras la ingesta de varios litros del zumo de la cebada durante varias horas en la noche sabatina. Me refiero a la capacidad de adicción que puede llegar a producir.



Y de nuevo vuelvo al principio para relatar lo que me ha llevado a escribir estas líneas: anoche me encontraba en un bar sin identificar, degustando el rubio y líquido elemento con gran deleite en compaía de unos amigos que tampoco puedo identificar. Cuando hube vaciado mi jarra procedí a visitar al Sr. Roca para hacer lo propio con mi llena vejiga, dado que otro de los efectos secundarios que produce es, como es bien sabido, una manifiesta incontinencia urinaria. Mientras me dirigía al servicio, en la planta de abajo, me crucé con un amigo que venía de la barra tras obtener una vaso grande de cerveza de trigo. Una vez hube terminado con mis obligaciones fisiológicas, me dirigí con gran rapidez hacia la barra, no sin antes advertir que el bar estaba algo más vacío que antes. La camarera vino solícita a atenderme pero, tras un breve y simpático intercambio de palabras en el que conseguí que sonriera y se riera un poco, su rostro tornó serio cuando me dijo que no quedaba mas cerveza en el bar. Naturalmente, le seguí el juego, al principio con una risa sincera, luego con una de corte algo más nervioso, al ver que no aflojaba la broma y darme cuenta de que la cosa iba en serio. La situación llegó a ponerse muy tensa cuando observé a alguno de los escasos clientes que paseaban por esa planta del bar portando jarras hasta arriba de rica y fresca cerveza. Comencé a discutir con la camarera llegando a saltar por encima de la barra hasta situarme a escasos centímetros de su persona, elevando considerablemente el tono de voz hasta acabar gritando de forma desesperada exigiendo se cumpliera mi demanda del bebercio. De repente, cuando la situación estaba llegando a un límite insostenible, con las venas del cuello a punto de estallar y mi jarra vacía y sin visos de ser llenada por razones que escapaban a la lógica y que sólo parecían responder a un inexplicable deseo de joderme (en el mal sentido) por parte de la interfecta, me incorporé de la cama despertando de tan terrible pesadilla, con el corazón latiendo a mil por hora y un nerviosismo que no conseguí calmar por más que, al quinto intento, conseguí un sueño en el que sí me vendían la dichosa cerveza. Supongo que sería en un chino o uno de ellos con un carrito en plena calle; ya no lo recuerdo bien.



Lo triste de esta historia real es que esta mañana me sentía como Homer Simpson pues estoy seguro de que una escena parecida se ha mostrado en alguno de sus capítulos. Es síntoma, sin duda, de que necesito unas vacaciones en las que, por supuesto, no faltará la protagonista de esta historia.


Vale.


PD. Para los amantes de la cerveza y vagos reticentes al uso de google, recomiendo visiten la web de Cervezas del Mundo.






Comentarios

Liverani ha dicho que…
Debería ud. mirarse esas cosas. Mejórese.
Pablo Gonzalo ha dicho que…
A mi esto antes me pasaba con Internet, soñaba que se me iba la conexión y no la podía recuperar... qué sudores fríos, qué angustia..., qué mal rato...(http://www.youtube.com/watch?v=84_O0B24mVY)
Yago ha dicho que…
Precisamente me ocurrió el domingo... y tal cual está reflejado en el vídeo... los mismos sudores fríos que con el tema de la cerveza.
Pablo Gonzalo ha dicho que…
Nos estamos volviendo unos frikis peligrosos, Yago, hay que hacer algo... Más cerveza!!!

Entradas populares de este blog

El Espíritu de los Tiempos ¿Moda, Tendencia o Permanencia?

Nikko, el primer contacto con el Japón tradicional