Los Libros Arden Mal

Los libros arden mal y, aunque esté peor decirlo, en algunos casos es una pena que no lo hagan bien, como, por ejemplo, en el de la última novela publicada de uno de mis escritores favoritos, Manuel Rivas, que lleva el mismo título que esta entrada del blog.

Con mucha ilusión compré el libro y lo cogí por las solapas, en una de las cuales se puede leer este bellísimo párrafo:

"... Es el 19 de Agosto de 1936 y los libros arden, aunque arden mal. No son llams de las que se alimentan con el júbilo de las gentes en las fiestas, ni piras como las que se elevan, con su halo místico, en las verbenas de San Juan. Es un fuego extraño, ajeno a la memoria, que pretende borrar de un plumazo siglos de creación y reflexión. La lumbre y el humo avanzan lentamente, completando con inmundicia su labor destructiva frente a la satisfacción de unos y el desencanto de otros, reflejando en sus llamas la vergüenza que el tiempo se encargará de retratar...".
La belleza de estas líneas hace que el interés por el libro crezca y que uno comience a leerlo con gran esperanza de pasar un buen rato. Sin embargo, 593 páginas después, la única emoción producida es una rabia intensa con el autor, por el tiempo perdido, y con uno mismo, por la incapacidad de cerrarlo a tiempo y dedicarlo a otra actividad. Una estructura imposible, una galería de personajes de los no nos hacemos una imagen clara por la ausencia de una historia y lo futil de su presencia. Una colección de cuentos sin principio ni fin.
Con todo el dolor de mi corazón, recomiendo fervientemente la no lectura de este libro. Rivas tiene obras infinitamente mejores: "¿Qué me quieres, amor?", "Ella, maldita alma" o "La mano del emigrante". Libros que harán pasar un buen rato, tocarán la fibra sensible y darán una imagen más justa de una de las figuras fundamentales de las letras gallegas.

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