Vacaciones en los Estados Unidos (2007)

Cuando comienzas a escribir sobre un viaje lo haces intentando que las primeras frases sean impactantes y, a la vez, descriptivas de todas las sensaciones y emociones que te envuelven. Pretender, además, que tu relato sobre un sitio visitado por millones de turistas y tan presente en nuestra realidad a través de los medios de comunicación sea original es, quizá, ingenuo. A pesar de ello, la belleza y magnificencia de lo visitado hacen que merezca la pena intentarlo.

NUEVA YORK


8 horas de vuelo, la última de las cuales se hizo tan larga como todo el tiempo que había pasado antes. 3 películas de terror, no en cuanto a su género sino por el espanto causado en la audiencia cautiva, mayor que el producido por las cíclicas turbulencias. En ese momento desconocíamos que los cuatro vuelos que tomaríamos en este viaje tendrían un elemento en común: la película con perro y niño. Terrible combinación.

Una vez aterrizados, las célebres colas de entrada y las humillantes medidas de seguridad no fueron para tanto y sin mayores problemas comenzamos a celebrar que la diferencia horaria nos daba aún algún tiempo extra para disfrutar de nuestra primera tarde-noche neoyorquina. Sin duda no pudo haber mejor comienzo que el traslado al hotel en limusina. Gran idea de Sergio y Andrés.

Se suele decir que al llegar a NY se tiene la sensación de haber estado antes allí, de tantas imágenes vistas en tantas películas y series durante tantos años. No puedo suscribir la afirmación en esos términos, probablemente al ser demasiado consciente de esa idea. En todo caso, lo que es cierto es que desprende un aire familiar que hace que te sientas como en casa desde el principio.

Hay que reconocer la fascinación que produce esta ciudad, paradigma de una gran urbe, que todavía guarda una gran capacidad de sorpresa, comenzando por los edificios cuya altura es aún mayor de la esperada. El cuello duele y la ley de la gravedad se invierte para dibujar una ciudad en vertical. Arquitectura moderna que deslumbra desde cualquier perspectiva, desde las alturas del Empire State Building o desde la acera en 5th Avenue. Nueva York impacta tanto que, tan pronto comienzas a pisar sus aceras por primera vez, estás pensando ya en cuándo volverás a visitarla.

El paseo por Harlem, obligado, te da una visión diferente y original de la ciudad y, aunque se disfruta, no enamora de la forma en que lo hace Central Park. El pulmón de Manhattan es, desde luego, una delicia. No hay sensación más agradable que un paseo por su interior o un rato de descanso en el césped, siempre con el perfil de los rascacielos en el horizonte.
La única decepción, relativa, que produjo la ciudad está relacionada con su climatología: nadie nos advirtió que sus lluvias son monzónicas… La muerte de los dos primeros paraguas, comprados consecutivamente en la misma mañana, incapaces de resistir viento y marea, hicieron necesaria la compra de un tercero, record personal que espero perdure en el tiempo.



Por último, no puedo dejar de mencionar uno de los momentos más placenteros que puedo recordar de este viaje; tal y como menciona Enric González en su maravilloso libro “Historias de Nueva York”, las hamburguesas del “Corner Bistro” quizá sean las mejores hamburguesas de NY, de EEUU o incluso del mundo. En mi caso, no he probado una mejor (sin olvidar que venía acompañada de un plato de patatas fritas y, por supuesto, un par de cervezas). Mi agradecimiento infinito al periodista de El País, a mi amigo Gonzalo por recomendarme el libro y a Irene por recomendar el sitio de forma espontánea, completamente al margen del libro.

Comentarios

Pablo Gonzalo ha dicho que…
Muy interesante crónica y un sitio a anotar en la libreta de sitios que merecen ser anotados, el Corner Bistro. Como comentario adicional, simplemente apuntar que en la foto de los paraguas te das claramente un aire al gato con botas de Shrek cuando pone la carita de pena. Eso sí, vestido en plan versión hiper-mega-macro moderno. Yo quiero volver a NY!!!

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