La Maldición de la Versión Original




Desde hace muchos años tengo la santa costumbre de ver las películas en versión original. Es una de tantas manías que tengo, sustentada en el hecho de que me gusta oír la voz original (valga la redundancia) de los actores y no la falsificación que representa el doblaje a pesar del excelente trabajo que realiza la mayoría de los dobladores españoles. No puedo evitar creerme más una película japonesa hablada en japonés que en castellano, por poner un ejemplo extremo. ¿Acaso alguien compraría un disco de Madonna cantado por Patricia Krauss? ¿Alguien compraría un disco de Bruce Springsteen cantado por Manel Fuentes? Si hasta las canciones de las películas de Disney, cantadas en múltiples idiomas por el propio artista de turno ya suena mal…

En todo caso, no quisiera distraerme del objeto principal de estas líneas que no es el de hacer una arenga a favor de la versión original sino el de explicar que, por esa cuestión, el repertorio de cines al que puedo ir es más que limitado. Por ello, cada vez que ponen una peli española en cines como el Roxy (pantalla y sala grandes) o en el Proyecciones (pantalla y sala gigantes), acudo raudo a celebrar que puedo ver una peli en las mejores condiciones. Y es que estoy harto de las salas pequeñas en las que, con poquísimas excepciones, nos tenemos que recluir aquellos que no queremos ver versiones dobladas de las pelis.


Precisamente, el último domingo de octubre, pese a que proyectaban El Orfanato en el Proyecciones, por aquello de ver amig@s que no ves con tanta frecuencia, acudí a verla al Renoir de Cuatro Caminos. Fui a regañadientes y lamentando este hecho, todo sea dicho, ya que la oferta de ese día se completaba con un pleno de películas españolas, algunas de las cuales ya había visto con lo que no quedaba mucha opción. El caso es que, para rematar la faena, me tocó la puñetera y sui generis Sala 4, la más pequeña, poco más grande que el salón de mi casa y, para colmo, con una pantalla oblicua ya que la distribución y forma de la sala son un tanto especiales. La pantalla, además, es altísima y en forma de 4:3 (la de la pantalla de televisión) cuando el cine se proyecta en 16:9. En cristiano, es como ir al cine a ver la peli en cinemascope, con las bandas negras (o, en este caso, blancas) por encima y debajo de la imagen. Salí abjurando y perjurando que me iba a quedar con el número de sala (tengo malísima memoria para este tipo de cosas) para no repetir en ella nunca más… Casi prefiero el home cinema…

Una semana después, acudí al mismo sitio a ver la magnífica Persépolis cuyo cómic me había regalado mi prima, Susana, en mi último cumpleaños. Una de esas obras que te mantienen entre la media sonrisa, la carcajada y la lágrima, bordeando un filo de emociones encontradas. Maravillosa.
El caso es que quise comprar la entrada a través de Internet pero, misterios de Murphy, era la única de las cuatro de ese cine que no se podía comprar así que salí disparado hacia allá y, al llegar, vi que estaba en la Sala 4!! Miré atónito la cartelera y vi que El Orfanato estaba en la Sala 3 así que dudé por un momento si me había confundido al retener en mi memoria el número de la sala maldita… Por desgracia, pagué, entré y comprobé, con gran cabreo, que, efectivamente, habían cambiado de sala El Orfanato para poner Persépolis, todo un estreno, por la peor de las que disponen… Que me corrija cualquier experto en marketing cinematográfico pero juraría semejante jugada no puede ser calificada sino de tremendo disparate, sobre todo teniendo en cuenta que en Madrid estábamos de puente y ninguna de las otras tres películas era un estreno; dudo pues, que llenaran la sala. El Orfanato, todo un taquillazo, no lo hizo 7 días antes...

Quizá no debería quejarme tanto puesto que conozco salas aún peores, en los Renoir de Plaza de España y en los Princesa de la Plaza de los Cubos. Pero tengo que protestar de alguna forma. Sé que los adictos a la versión original no somos los más numerosos pero sí que solemos ser un público fiel, que llena los cines en las que se proyectan, que vamos con gran frecuencia al cine, que vamos con mucha más ilusión que mucha gente y, por tanto, dejándonos mucho más dinero. La pregunta que me queda es ¿Por qué se nos maltrata así? ¿Por qué una persona que va al cine una vez al año a ver una peli doblada puede estar en un cine gigantesco, en una butaca cómoda y con un pantallón, mientras que otros como yo, que vamos varias veces al mes e, incuso, a la semana, estamos condenados a las mini salas con mini pantallas y mini butacas? Es más ¿por qué la entrada tiene el mismo precio? Ya sé que alguno me dirá que el Proyecciones es más caro pero el Roxy cuesta lo mismo que los Ideal…

Sres. Del Cine, la única razón que nos queda hoy en día para ir al cine es la experiencia de disfrutar una película en una gran pantalla, con un gran sonido, viviéndola con una intensidad y un disfrute inigualables al de casa. Bien, sigan metiéndonos en cubículos y acabarán convenciéndonos de lo contrario. Y les recuerdo que el acceso a las películas en estos tiempos no tiene por qué ser pagando. Cuiden su negocio, señores.

Comentarios

J. ha dicho que…
Suscribo por completo su post. La celebérrima sala a la que Ud. se refiere es un auténtico insulto a la inteligencia del espectador. He asistido a ella en alguna que otra ocasión y me he sentido absolutamente estafado. Sensación que compartió mi señora cuando asistimos a la proyección en el mes de agosto de "Zodiac" (excelente película). Imagínese 158 minutos en esa sala, telita.

Por otro lado, también he vivido situaciones curiosas en esa sala; pregunte Ud. al impostor lo ocurrido durante la reposición de "Farenheit 451".

Otra sala penosa de V.O., se ubica en los cines Renoir; concretamente la sala 4, donde he visto grandes películas ("Abajo el telón" o "Palíndromos"), en pésimas condiciones.

Por cierto, no sé si Ud. habrá notado el desbarajuste en materia de sonido que tienen todas las salas de los cines Princesa. ¿Es manía mia o Ud. también se ha percatado?

No quiero terminar este comentario, sin dejar de referirme a una sala de V.O. que es bastante aceptable. Se trata de la sala 2 de los cines Golem (anteriormente conocidos como Alphaville).

Sin más, me despido muy afectuosamente.

Un abrazo.

P.D. En breve le mandaré una nueva agenda de conciertos,completamente actualizada. Un adelanto, The New Pornographers el martes 4 de diciembre en La Sol.
Liverani ha dicho que…
Como no podía ser de otra manera, queridísmos rangers, estoy completamente de acuerdo con lo que dicen ambos, pero Hernández, somos menos que los demás y eso ya sabe ud. lo que implica. Estuve este domingo viendo la última (y para mi gusto pésima) película de Allen en unos macrocines de Las Rozas y vaya butacas, eso sí que es ver cine, aunque claro, los doblajes siempre me dejan la sensación de no haber aprehendido bien la película.

PS. Sin embargo creo que esta vez no me aseguraré pagando de nuevo por ella.
Yago ha dicho que…
La verdad es que no he leído buenas críticas de El sueño de Cassandra... La veré porque se lo debo a W. Allen, aunque la cague en el resto de lo que haga, lo veré todo en el cine y en v.o. Ya no me fío de ningún doblaje.
Eso sí, me gustaría saber quién es el ranger "liverani"... y si es otra identidad del ranger "cauldfield" (al que, por cierto, sobra la primera d. Sospecho de alguien a quien llaman "Presidente"...
Liverani ha dicho que…
Sospecha bien, Hernández, sospecha bien. Ya se sabe: siempre fue superior a la media. Y lo de la primera D es cierto, y un error imperdonable para un adorador de "The Catcher in the Rye".
Yago ha dicho que…
Holden Caulfield forever!
Y se me ocurre una locura ¿se habrá inspirado en él Matt Groening?

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