Cultura Libre Sí pero ¿Gratuita?

Hace algo más de 3 años Radiohead colgó su entonces flamante disco en Internet y lo dejó a libre disposición de los internautas a cambio de la "voluntad", es decir, que cada uno pagara lo que estimaba valía el disco, lo que pudiera o simplemente lo que quisiera.

No es cuestión de ver la botella medio vacía o medio llena pero la mitad de los que se lo descargaron lo hicieron de forma gratuita.

Permitidme que tome prestado el comentario que escribí en el blog de Gonzalo Visedo entre las respuestas que tuvo su “Cuéntame una historia, chico” como espina dorsal de mi versión sobre un tema tan actual como las descargas de los bienes culturales.

Nos aferramos al IVA o al canon, esgrimimos el cínico argumento de que la cultura es libre y debe ser gratuita del mismo modo que evitamos pagar impuestos porque los gobernantes son todos unos corruptos. Son simplemente excusas. Los españoles, a la cabeza de esto en el mundo, nos descargamos pelis, series, música, libros y todo lo que podamos simplemente porque nuestra filosofía es no pagar si se puede tener gratis.

Yo no voy a juzgar a nadie por ello. Entre otras cosas porque yo descargo bastante música y algunas cosas más y sería un hipócrita pese a que en mi casa se acumulan centenares de CDs, películas, series y libros pagados religiosamente.

El tema de la piratería y las descargas (de las que quito del malmetido adjetivo de “ilegales”) es largo, profundo y, además, tendemos a meter todo en el mismo saco cuando habría que hablar de ello por partes.

Empezaría por sacar la piratería (fundamentalmente el Top Manta) de la que me declaro totalmente en contra. Comprando un CD o una película al chino o africano de turno no estamos ayudando a nadie, sólo estamos alimentando y enriqueciendo a una panda de mafiosos que, para variar, se lucran gracias al esfuerzo de unos pobres desgraciados a los que explotan a su antojo.

A partir de aquí podemos hablar de los autores, de los derechos y de las descargas. Estoy en contra también del canon y de la persecución penal contra los internautas que descargan. Quede claro. La mal llamada “Ley Sinde” es una cagada monumental empezando por el hecho de que ni siquiera es una ley. ¿Alguien entiende que esté metida cual cuña dentro de la Ley de Economía Sostenible? Eso es una chapuza.

El apaño posterior que ha supuesto la leve modificación al texto que ha permitido el acuerdo con el PP (es tan raro que pacten algo que da miedo) y su aprobación parlamentaria es otra chapuza y una tomadura de pelo.

En este proceso, hemos asistido a escenas espeluznantes como ese cónclave, aquelarre, denominado “La Cena del Miedo” y relatado por Amador Savater (que probablemente fue invitado como “hijo de” más que como profesional) que contaba como la ministra organizó una cena con la excusa de recabar opiniones sobre el tema y que a la postre no fue más que una demonización de Internet y los Internautas al calor de un ágape pagado con nuestros impuestos.

Sinceramente, no tengo claro cuál es la solución: sí creo que ahora mismo las descargas hacen un daño terrible a la industria más allá de que los que salgan a la palestra sean los guays de siempre y que, en su afán de mantener el status quo que tanto les ha favorecido (y enriquecido en algún caso), lo único que consiguen es generar entre la opinión pública la idea de que es mejor descargarse una peli o un cd a que el gilipollas de Alejandro Sanz, que paga sus impuestos (si lo hace) en Miami y no en España, se forre todavía más. Del imbécil de Gerardo Herrero o de la inefable Icíar Bollaín, que ha hecho una peli tan grande como su boca, no quiero hablar; eso lo dejo para el blog de Gonzo.

Deberíamos aprender todos de Alex de la Iglesia que ha sido capaz de reflexionar y darse cuenta de que las cosas no son blancas ni negras y de que quizá estaba equivocado. A ver si sigue en esa línea, por cierto, y deja de escribir guiones y se limita a dirigir.

Pablo Gonzalo ha publicado en Twitter un link a un artículo de El País muy interesante al respecto que apunta a por dónde deberían ir los tiros aunque, en este caso, la autora aboga por un mayor control del creador y que el descargue legalmente… pero gratis.

Creo que ese es el error. La cultura debe ser accesible pero que sea gratuita es difícilmente sostenible. Los museos cuestan dinero y los impuestos no son suficientes, por eso se cobra entrada. Tenemos la imagen en la cabeza de los guays a los que mencionaba antes pero no nos podemos olvidar de toda esa gente anónima que también vive y sobrevive en esa industria: meritorios de producción, electricistas e incluso productores, guionistas y directores de pequeñas y grandes historias guardadas en un cajón esperando que tengan la oportunidad de ver la luz.

En cualquier caso, se podrá estar o no de acuerdo con esto. Podremos pensar que la solución podrá ir en una dirección u otra. Ahora, pretender que las descargas de contenidos son una forma de rebelión contra la injusticia y el sistema es un engaño. Hacer de eso una filosofía y pretender que no pagamos porque creemos en una cultura libre es una hipocresía. Si todos tuviéramos esta idea y dejáramos que la cosa siguiera su curso natural pronto no habrá nada que descargarse porque los creadores de contenido se dedicarán a otra cosa para ganarse la vida.

No sé si es justo que alguien se forre por escribir canciones. Sólo sé que el mundo sin canciones sería mucho más aburrido.























Comentarios

Maria Jesus ha dicho que…
Aunque yo no sepa cual es la solución, y piense que la Ley intenta arreglar y poner algún orden el el desmadre, si estoy muy de acuerdo en que la vida sin canciones, sin libros y sin películas sería tristisima.Y que hacer todo eso requiere no solo capacidad creativa, sino esfuerzo, tiempo y trabajo, además de conllevar gasto.Por lo tanto no puede ser gratuíto.Habrá que arbitrar fórmulas para que la cultura pueda llegar a todos/as, pero los autores/as tendrán derecho a vivir y a crear.
luiso ha dicho que…
Es un placer volverte a leer después de un tiempo. Un abrazo my friend!!!

Entradas populares de este blog

El Espíritu de los Tiempos ¿Moda, Tendencia o Permanencia?

Nikko, el primer contacto con el Japón tradicional